Ya había estado en Barcelona antes, en octubre del año pasado visitando a mi hermano que estudia allí. Esta vez he visto también Girona, dos pueblecitos de costa y Barcelona otra vez.
Me encanta Cataluña, me encantan sus ciudades, su comida, su ambiente... pero no me gustan los catalanes, en general.
El primer encontronazo fue cuando llegamos a la casa rural que habíamos alquilado y encontré a una señora por la calle a la que le pregunté si sabía donde estaba Casa Vaquero. La mujer me respondió en catalán. Mi acento cordobés me hace decir: Hola, ¿me puede desí donde ehta Casa Vaquero? Si soy de Córdoba no hablo catalán. Le respondí a la mujer: Casa Vaquero, perdone, no hablo catalán. Ella volvió a decir algo en catalán. Le respondí: le digo que no hablo catalán. La señora me mando a la m, en catalán.
Otro día fuimos a un restaurante. La camarera también se empeñó en hablar en catalán. Le pregunté si podía hablarme en español a lo que ella respondió: en castellano, querrás decir. Nos fuimos de ese restaurante.
En el sur, de donde yo soy, hay mucha gente que odia a los catalanes. A mi parecer, en Cataluña hay gente mala, buena y regular como en Andalucía, en la China y en Fernandopó. Eso sí, el número de bordes por metro cuadrado aumenta exponencialmente en Cataluña.
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